En la edición pasada de nuestra columna hablábamos de la importancia y la responsabilidad del ciudadano en los procesos democráticos de nuestro país, popularmente el reclamo siempre viene de parte de los ciudadanos hacia las acciones del gobierno sin que miremos lo que los nosotros debemos, por obligación y no por sugerencia, hacer para ser parte activa del ejercicio de la democracia.
No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país.
John Fitzgerald Kennedy
Es una frase contundente, el espíritu de una filosofía moderna acerca del papel que todos tenemos en el rol de construir un mejor país, citamos un punto clave como acción principal y que da sentido a un ciudadano 2.0, la información, un cívico informado puede incluso tener un peso mayor que la acción de realizar un voto en una casilla.
¿Pero qué hay de la clase política?, ¿puede seguir gobernando de la misma manera?, ¿si la sociedad despierta de esta manera y encontramos ciudadanos 2.0 el político debe evolucionar?
Desinformación
La clase gobernante tiene un gran enemigo, pese a que pareciera que por la saturación de mensajes estos se han convertido en su mejor cortina de humo debido a que se cuenta sí, con mucha información acerca de todo lo que ocurre, pero también una hay opinión pública dividida, confrontada por las múltiples versiones y por la acción a seguir.
Pareciera el escenario perfecto para regresar a una zona de confort muy similar a la que por años se vivió cuando la prensa era controlada y no había de que preocuparse, inclusive se podía hablar sobre cualquier asunto siempre bajo la línea de la “versión oficial”
Los tiempos cambian y una opinión pública dividida por un proceso de hiperinformación tiene graves consecuencias, ante la saturación de mensajes, que aunque no señalan a un personaje en específico pero sí nos repiten palabras como impunidad, corrupción, fraude (solo por citar algunas de las más comunes) de manera constante, ha ocasionado que el resentimiento de los ciudadanos hacia la clase gobernante (en general) adopte características de multitud, gobernada por impulsos y sentimientos y muy poco de razón, por lo que el desprecio para quien al final depende por estructura de ellos para llegar al poder complica la situación previo a los comicios del 2018.
¿Quién puede llegar al poder?
Recuerdo hace algunos años, platicar con jóvenes que tenían la oportunidad de votar por primera vez, como rebeldía tenían como candidato a Andrés Manuel López Obrador, para ellos el símbolo de la alternativa, una manera de enfrentar a un sistema que ni siquiera conocían, hoy charlo con esos jóvenes ahora profesionales y casi ninguno votaría por AMLO, la conciencia política cambia con el tiempo, pero ante este reino de la desinformación y de la debilidad en la imagen de (toda) la clase política, los candidatos independientes se empoderan, el populismo como el que plantea López Obrador trae un chip que se llama “hartazgo político” y aunque pareciera que existe una tendencia a su favor, no existe garantía de éxito si hay una opinión pública dividida, poco crítica y desinformada como es la característica de nuestro país.
Tras la derrota de Clinton en las pasadas elecciones, el tema de los analistas políticos era averiguar ¿por qué las encuestas fallaron?, especialistas citan lo complicado del marketing político en la actualidad, cuando un ciudadano te dice que sí votaría por alguien pero al momento de llegar a la casilla, cambia su voto. Ese último acto por más encuestas a favor que tengamos hacia una tendencia son solo eso, estadísticas, un tweet puede cambiar la intención de voto de muchos ciudadanos a instantes de registrarlo en una urna.
Por ello cito el caso López Obrador, pese a que existe una tendencia muy favorable hacia él, el gran riesgo es ese chip que en cualquier momento se puede activar.
Política para millennials
¿Qué características debe tener un político ante este panorama? citaré 2 escenarios, el primero una sociedad dividida y saturada de información, jóvenes con poco interés en lo que sucede con una necesidad de estar simplemente informados pero sin un pensamiento crítico, no analizan las noticias, solo las leen, les cuesta trabajo conectar sucesos informativos en distintos medios y prefieren ser multitud e irse hacia lo que la mayoría indica.
Ante este escenario el político 2.0 tiene como tarea limpiar su imagen, ampliar sus canales de comunicación, buscar una mayor interacción con sus usuarios, realizar engagement y no solo responder mensajes en redes sociales, debe aceptar la crítica y enfrentarla abiertamente, citar a las personas que lo señalan públicamente y promover el diálogo.
Más que nunca dar cuentas a diario es fundamental.
Tenemos un segundo escenario que calificaría como ideal, el que responde al ciudadano 2.0, una persona que se vuelve un participante activo de nuestra democracia, un ciudadano que no se conforma solo con votar, sino que a través de redes sociales se informa y participa en foros ciudadanos, trata de ser parte de una opinión pública unificada y crítica, ante este escenario sin duda la acción inmediata es gobernar con honestidad y resultados, la política actual está en decadencia, ¡en peligro de extinción! para quienes por años han estado insertados en esta estructura y que cada vez reciben menos apoyo por parte de los ciudadanos.
El ciudadano está en un proceso ya sea informado o desinformado de pedir se rindan cuentas, al político y sociedad en general, nos conviene se evolucione también hacia la tendencia de una sociedad informada, una persona que pensará más su voto, que será menos impulsivo y lo más importante más colaborativo.
La gran oportunidad que tenemos en una sociedad de la información es que un político 2.0 y un ciudadano 2.0 estarán, al estar informados, destinados a trabajar en equipo para construir una mejor sociedad.
Mtro. Daniel Fajardo
Colaboración especial para