Cuestión de vocación

Por L.C. Daniel Fajardo

Este ejemplo lo he comentado muchas veces en la materia que tengo la oportunidad de impartir de ética y creo lo citaré varias ocasiones como hoy en diversos artículos. “Los seres humanos nunca dejamos de aprender, incluso al momento de morir aprenderemos lo que es y será el último acto que hagamos en la vida, aprender”

Aprender es una actitud permanente a la que muchas veces nos cerramos desde jóvenes creyendo que lo sabemos todo o que nadie es quien para venir a decirnos como son las cosas. Es curioso pero conforme avanza la vida, el que toma pasos aventajados es aquel que reconoce que no sabe nada y abre sus sentidos para tratar de seguir comprendiendo y entendiendo el mundo que le rodea en cambio, alguien que decide no hacerlo, con el tiempo se vuelve una persona cerrada y con falta de visión.

El hombre tiene una doble acción, capacidad de aprender y capacidad de enseñar, instruir es compartir, no hay mejor educación que la que se imparte con alegría, con ganas de contribuir con experiencias, no hay mayor enseñanza que la que es vivencial y empática por ello, cuando hablamos de este acto humano, instruir, no requiere de un título académico en particular, es verdad, la experiencia nos puede dar la técnica y las herramientas, pero jamás la vocación si es que no existe; ni mucho menos la empatía, cuando en el fondo no se tiene ganas de compartir.

Cuestión de vocación es lo que se necesita para enseñar pero también para aprender, es un binomio que en ningún momento debe verse por separado, no existen grandes maestros cuando hay alumnos reprobados, no existen estudiantes brillantes sin un maestro que los oriente. Debemos aprender a ver la educación como ese acto de complicidad donde ambas partes, cuando se encuentren, se aprovechan y alimentan del otro, un maestro crece y se fortalece de sus alumnos, lo mismo los estudiantes cuando desean aprender. Aprender más que obligación o necesidad es una actitud permanente, es cuestión de vocación.

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